29.8.09

Cosas importantes

Conocí una banda muy buena y estoy en tren de compartirla con todos (léase: obligarlos a ponerse auriculares y escuchar al menos una canción. De paso elegimos amigos, si me siguen hablando después de eso es que me quieren).
En mi ataque de generosidad decidí postearla acá para que la adoren, idolatren, se enamoren, la recomienden y no paren de escucharla.


Gogol Bordello, "When the trickster starts a-pokin"


Gogol Bordello, "Avenue B"

Y la mejorcita para el final...


Gogol Bordello, "Santa Marinella"

Acá, la página.
Que lo disfruten.

25.8.09

Verdades indudables XVIII

Abrir y cerrar la puerta de la heladera después de haberlo hecho hace diez segundos no va a hacer que aparezca mágicamente la comida.

15.8.09

La paz mundial y la ensalada

Hoy deseo hacerle honor a las tradiciones. Continuando con la postura a favor de la polémica en este blog, derribaré un mito bastante arraigado en nuestra cultura: en un asado, la ensalada no se come.
Generalmente, en un asado, sea familiar o con amigos, la protagonista es la carne. Es lógico que así sea, puesto que el evento es una parrillada, no un salad bar. El problema se presenta cuando hay veinte cavernícolas hambrientos alrededor de la mesa y se acabaron las achuras. Ese es el momento en que se sirve generalmente la carne y, en consecuencia, hace su aparición la ensalada que, inevitablemente, será insuficiente para estos cavernícolas. No es que coman verduritas, es que Yísus no está presente en la mesa, y todavía no consiguieron a nadie que lo reemplace en esto de la multiplicación de la comida. Por lo tanto, ese bol diminuto con tres hojas de lechuga y medio tomate se va a acabar. Y lo que es peor, va a haber gente que no se haya servido nada. Este es el preciso momento en que un asado familiar/con amigos se convierte en un acabado ejemplo de la supervivencia del más fuerte: el que llegó primero comió, y el que no, se jodió.
Surgen las miraditas con disimulo, el comentario con doble sentido. Incluso se han registrado casos de insultos directos al último que se sirvió, haciendo referencia a sus preferencias sexuales e invitándolo a retirarse a las partes pudendas de algún familiar de sexo femenino. En suma, toda una situación desagradable, que corta el clima de distensión y amistad que se respiraba hasta entonces. Además, es totalmente evitable, ya que se soluciona preparando más ensalada. Porque recuerden, ¡la ensalada sí se come! No está ahí para darle color a la mesa.
De esta manera, reinará la armonía en la parrillada, serán felices y habrá paz mundial. O por lo menos estarán en camino de asegurarse una velada agradable (si no viene la suegra ortiva, el primo mala onda o alguno de esos).

He dicho.

13.8.09

Moral en el colectivo (otra vez)

Ceder el asiento es muy fácil. Levantarse, correrse y dejar que otro se siente en tu lugar. Listo. El problema surge cuando te ponés a pensar un rato en ese acto aparentemente simple que acabás de hacer. Ni siquiera me voy a adentrar en la espinosa cuestión ¿realmente se merecía mi asiento?, pero sí en la siguiente: ¿a partir de qué sector del colectivo está permitido no dar el asiento? Si me encuentro ubicado en la mitad posterior de dicho transporte, ¿estoy obligado a cederlo?
Antes de que me linchen y digan que por culpa de gente como yo el país no avanza, hay más chorros y todavía no se descubrió la vacuna contra la gripe A*, digo que existen excepciones. A una mujer embarazada o a una señora mayor (nótese la frase, no dije vieja de mierda) siempre se les cede el asiento, así te encuentres en la última fila. Ahora, a mi entender, a una señora mayor (ahora sí, una vieja de mierda) que calza tacos altos y mira a su alrededor con cara de dominatrix, no, a esa no le cedo el asiento.

Quiero opiniones.

*Es un virus, infelices, ¡un virus!

4.8.09

Pasa en el bondi

Habiéndose "terminado" la gripe porcina, reanudé mis viajes en colectivo. No es que antes no lo hiciera, pero como estaba de vacaciones sólo salía si era una cuestión de vida o muerte (¡Oh, se acabaron las películas/galletitas/alcohol! y otras urgentes necesidades de ese estilo). Como decía, volví y me encontré con un par de cosas, que tal vez siempre estuvieron ahí, salvo que con los auriculares puestos no me daba cuenta: el colectivo es uno de los lugares predilectos de la gente para hablar de sexo.
¿Qué tiene el colectivo que no tenga tu casa, o la mesa de un bar? Simple, en cualquier otro lado te escuchan. En tu hogar hay oídos indiscretos, y yo en los mozos no confío. En cambio, el colectivo es ideal. La costumbre de viajar a todos lados con el mp3 a volumen máximo crea el ambiente de intimidad (para hablar, malpensados) que hace que le puedas contar a tu compañero de asiento cualquier cosa sin preocuparte de los que te rodean. Además, en caso de que te escuchen, nadie te conoce, y lo más probable es que nunca te los vuelvas a cruzar. Perfecto.
Los asientos de a dos también ayudan. Imaginen la situación: grupo de amigos numeroso (más de 8 ponele). Siempre hay uno con el que se tiene más confianza para estas cosas. De esta manera, el diseño de los colectivos favorece la comunicación entre estos dos amigos, ya que se pueden sentar juntos y contarse los detalles. Es excelente. Creo que si la raza humana lo hubiera hecho a propósito, no le hubiera salido mejor.
Pero... siempre hay un pero. Es ideal, pero para los mortales comunes medio olvidadizos como yo que se dejan el mp3 en casa, es un poco incómodo escuchar hablar a desconocidos de sus proezas en la cama.

Moraleja: Hablá de lo que quieras, pero recordá que no me importa el tamaño del culo de la hermana de tu mejor amiga, o cuánto tiempo estuviste dándole sin parar, o lo muy fáciles que son las argentinas (textual, escuchado hoy en el 161 cerca del mediodia por quien les habla, y dicho por unos extranjeros de porte intimidante). ¡Moderá tu volumen, ¿OK?!

2.8.09

Verdades indudables XVII

Los músicos regresan por la guita. No extrañan tocar juntos.