28.11.12

Petisos reloaded

He notado que mucha gente llega acá a través de Google buscando cosas como estas

Mitos sobre petisas
Frases para petisos
Ser petiso

Y bueno, encuentran cosas como estas. Por si la información en ese post no les sirve, les puedo contar un poco sobre el primer y tercer apartado de la lista. Me limito a esos dos, porque el segundo me parece de mal gusto: las frases para petisos son las mismas que para el resto de los mortales. ¿O acaso esperás recibir trato especial por señalar lo que es obvio? No, y además no me gusta que me recuerden que soy Tarzán a escala maceta. Paso. Gracias.
En cuanto a mitos sobre petisas, haciendo una investigación en la biblioteca de Babel moderna un poco más concienzuda que la del gil que llegó acá en busca de resultados, he llegado a la conclusión de que aparentemente, una mujer petisa debe cumplir ciertos requisitos relativos a su deseo sexual y habilidades en el ring.Y bueno flaco/a, si le vas a andar dando bola a Google en esto para después ir y elegir tu hueso de esta noche, en mi opinión no la vas a mojar jamás. Digo. Y no paso el metro sesenta, soy una autoridad en este tema.
Y ser petiso es igual a ser alto, con la diferencia de que no tengo que agacharme salvo en muy raras ocasiones, puedo usar zapatos eternamente altos sin miedo a dejar petiso a mi novio, y les huelo el sudor a todos en los recitales. Bueno, no todo son rosas (¡humor fácil!).
Sí, es un post pedorro, pero me debía a estos giles que buscan semejantes pavadas en Google.

24.11.12

Vieja

Disclaimer: tengo 22 años. Considerar el concepto de vejez de una manera puramente figurada.

Hay momentos en los que los años te caen encima como un tsunami. Literal, y figuradamente. Literal, la última vez que le solicité un milagro al estilista de cabellos (nótese la diferencia con "peluquero") de mi cuadra, y terminé igual que mi madre. Que si bien es una mujer de gran prestancia, tiene treinta años más que yo. Y digo "de mi cuadra" y no "de mi barrio", porque en mi barrio hay un salón de belleza por cuadra.
Y figuradamente, la última vez que fui a bailar a un lugar fácilmente calificable, distinguible por las masas y habilitado por el gobierno de la ciudad para ese fin, como boliche. Era un cumpleaños de un compañero de la facultad que me resulta sumamente agradable, por lo que decidí que su persona ameritaba un esfuerzo de mi parte. Así las cosas, descolgué de mi armario la personalidad que llevo cuando salgo por las noches de cachengue, la combiné con maquillaje, atuendo y peinado al tono, y allá partí.
Luego de un rato de colectivo lleno de gente que también se iba de cachengue, llego a ese lugar inminentemente infame, y al instante me empiezan a agarrar ataques de adolescencia malos. Porque la adolescencia es como el colesterol: la hay buena, la del descubrimiento del universo nocturno, fauna masculina, alcohol, amigos y porros. Y también la hay mala: la del descubrimiento del universo nocturno, fauna masculina, alcohol, amigos y porros. Espero que sepan apreciar el delicado matiz que las separa. En fin, como decía, estaba retorciéndome interiormente producto de la remembranza, cuando llego al lugar y se me informa que, faltando cinco minutos para el límite de entradas gratis (3 AM), "ya cerramos las listas, chicas", y había que pagar. Adiós a mis magros dineros destinados al alcohol.
No conformes con expoliar mi billetera, entro y me encuentro con una marejada de gente sudada que se movía frenéticamente. Y digo marejada porque iba y venía, dejando algún resabio en forma de borracho en galán mode on, que aparentemente leía en mi cara algo parecido a una necesidad de compañía, y evidentemente este ser se sentía capacitado para proveerme con la misma. Y nada, yo tengo algunos problemitas, uno de ellos es que me molesta que invadan mi espacio vital*. Me molestan profundamente los rituales de levante, todos ellos, en cualquier momento o lugar, pero especialmente me fastidian si una mitad está algo... desinhibida.
Para ese entonces, ya la personalidad de cachengue había vuelto al placard, y la de todos los días había tomado su lugar. Una horrorosa música de cumpleaños de quince sonaba de fondo. Recital de Damas Gratis, mujeres entaconadas sin control sobre sus prótesis, y unos cuantos pisotones después, sobria por obligación, hastiada, aburrida de los señores cuyo interés por mí exhalaba un tufillo... digamos, etílico, decidí que era hora de volverse a dormir. Y nada, esas cosas de la vida, recuerdo que a los diecisiete esto tampoco me gustaba, pero tenía que tolerarlo para así encontrar mi lugar en ese sistema de castas rígidas que es el secundario. Y ahí no tenía escapatoria. Y mientras pensaba que más me valía haberme quedado en casa mirando un bodrio romántico hollywoodense en TV por cable, o perdiendo el tiempo en la internés, o molestando a quienquiera que estuviera delante, me alegré de ser una vieja.

*Sé que el argumento es de corte hitleriano, pero deben recordar que el lo usó para invadir Polonia. Evidentemente, él tenía poco espacio vital. A mí con el que me asignaron me alcanza.