10.2.12

De por qué este blog cada vez está más pedorro, y propósito de enmienda

Mi madre solía decirme, en esos mis momentos de depresión por el mundo en general y por ciertas personas en particular, que me tranquilizara, que la vida se iba a encargar, que en algún momento iba a saber apreciar mi estoicismo. A esa altura del partido, me reía para no llorar, porque sentía que estaba quemando los últimos cartuchos, mientras pensaba que esa sensación de justicia que a otros parecía llegarles muy fácilmente (y sobre todo, muy rápido) nunca iba a ser para mí.
Ahora, luego de enterarme de que los imbéciles que hicieron mi secundario imposible han fracasado uno tras otro en sus vidas, quedando como esponjas sin seso en un limbo de adolescencia ya perdida; que la inocente niña que se dedicó a pegarme y robarme mis juguetes cuando yo era una aún más inocente niña, está a un paso del neuropsiquiátrico; que la pendeja (porque el apelativo de mujer le queda grande) que quiso meter púa entre mis seres queridos, diciendo estupideces sobre lo que yo hacía o dejaba de hacer, se estrella cada vez que lo intenta... Me siento Atila, para qué negarlo. Y como calculo que él no andaba mariconeando por la vida, siento que yo tampoco debería hacerlo. Y como mariconear y quejarse es la quintaesencia de este espacio en la red, últimamente me estuve llamando a silencio, para que Atila no se enoje.
Pero como me encanta quejarme, voy a destinar algunos momentos del día a hacerlo. Y a publicar mis quejas, a ver si allí afuera hay alguien que se ría de mí.

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